El mercado inmobiliario está constituido en realidad por varios submercados que obedecen a motivaciones diferentes y cuya dinámica varía atendiendo a diversos factores y circunstancias.

Está el mercado de la primera residencia, es decir, la casa que te compras para vivir tú y tu familia y en la que el factor determinante es tu situación y evolución demográfica. Es la primera vivienda que compras cuando te independizas de tus padres y te vas a vivir con tu pareja, o la casa más grande que necesitas cuando aumenta el número de hijos. O es la casa que vendes cuando te jubilas porque ya no necesitas tanto espacio y quieres ahorrar en gastos de luz y mantenimiento. En este grupo se incluyen también las variaciones patrimoniales producidas por cuestión de separaciones o divorcios, o también por herencias, que son otro tipo de circunstancias demográficas.

Después hay otro mercado inmobiliario que es el de los inversores, aquel en que la motivación tiene mucho que ver con colocar unos ahorros en un activo –en este caso inmobiliario- que no se deteriore por la inflación y que, normalmente, te permitirá conseguir una cierta rentabilidad en comparación con otros tipos de activos.

El primer mercado –el que se mueve por cambios demográficos- se ve afectado sobre todo por la situación económica en general y las perspectivas de futuro para las familias. En España, ese mercado está en este momento plenamente activo, ya que el crecimiento económico viene siendo fuerte y sostenido en los últimos tres años, con perspectivas de un leve empeoramiento en los dos próximos ejercicios. España está incluso creciendo más rápidamente que los países de su entorno, debido en gran parte a la reserva de mano de obra acumulada que se ve incorporando progresivamente al mercado de trabajo y tirando consecuentemente del consumo.

El segundo mercado –el del inversor- está viviendo claramente un impasse debido a la incertidumbre política. Comenzó muy fuerte el año –gracias entre otras cosas a la política de bajos intereses impuesta por el Banco Central Europeo, que afecta sustancialmente a la remuneración de los depósitos en dinero-, pero después de las segundas elecciones generales en junio y dada la enrarecida evolución del clima político, se nota un claro parón en estos últimos meses.

En qué medida y durante cuánto tiempo se mantendrá esta ralentización es difícil de estimar. Se supone que las tendencias de fondo –relacionadas con las perspectivas económicas generales y los tipos de interés- siguen siendo favorables para ambos mercados. Esperemos que la situación de incertidumbre política se despeje cuanto antes y la inversión inmobiliaria siga tirando fuertemente de nuestra economía como últimamente lo ha hecho.